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Un chico de corta edad con largos rizos sobre las orejas corretea hacia Anna, con el brazo en cabestrillo. Sus tirabuzones le recuerdan a Anna las virutas de madera. Ella se pega a la pared para ceder el paso a la pareja. Entonces, con cierto malestar, se acuerda de su padre. Ni siquiera tiene nombre. Anna deposita el perro en su cesta y arruga la frente al mirar la encimera.

El Rouladen, que ha estado fuera de la nevera todo ese tiempo, seguramente se ha echado a perder. Mientras Anna coloca los ingredientes en la fuente a toda prisa, pellizca trozos del pastel y se los come. Incluso ahora, sin ella, el parecido es llamativo, cavila Anna: el rostro estrecho, el triste brillo azul de los ojos, las arrugas de cansancio grabadas a ambos lados de la boca, no sin humor.

Anna suspira. Aunque tampoco es que Anna le haya hecho nunca mucho caso a esas cosas. Toma otro trozo de tarta con desgana y Spaetzle ladra de nuevo. Titubea un momento, el chocolate se ablanda en su mano. Pero Max limita sus elogios a la ropa que lleva: comenta el vestido nuevo de Anna, o la bufanda de seda que resalta el azul de sus ojos. Es el comportamiento de un familiar afectuoso.

Resulta exasperante. Estudia el tablero. Su mano planea sobre uno de sus caballos. Entonces, se levanta y va hasta la cocina, que despide un cansino tufillo a gas. El gesto hace que su falda se levante cuatro dedos sobre la rodilla.

Anna le hace una mueca a Max y echa un vistazo a la cocina. Mientras la tetera, testaruda, se niega a silbar, como siempre pasa cuando vigilas un cacharro al fuego, Anna le da la espalda a la cocina y camina hasta las plantas. Max apoya una mano de forma casual sobre el hombro de Anna cuando se agachan juntos.

Anna retrocede unos pasos. Retoma su lugar ante el tablero de ajedrez. Has arruinado por completo mi plan, jovencita. Max se frota la barbilla. Y dime otra cosa, querida Anna. Pareces tan… aislada. Pero su respuesta queda atenazada en su garganta. Max acaricia la torre. La primera es que nadie, desde la muerte de su madre, ha hablando nunca de ello. De abordar el asunto de forma directa. Anna mira por encima de la mesa su afilado rostro.

Tiene que recortarle a diario su barba plateada; el pelo, cada noche. Max desplaza el alfil sobre el tablero. Oh, Anna. Lo siento. Anna hace un gesto negativo. En cambio, se encuentra con un cobertizo a oscuras que huele a heno y animales. Hay incluso una jaula con un canario, que tiene la cabeza escondida bajo el ala. Anna se acerca a Spaetzle. Anna se ruboriza. Con la cara sonrojada, se agacha para echar un vistazo a un terrier. No es que no quiera a los animales; los quiero, es evidente. Chasquea los dedos y el canario levanta la cabeza para mirarlo con indignada sorpresa.

Anna hunde el pulgar en el heno. Ella baja la vista y contiene el aliento, rezando para que su respuesta no sea afirmativa. Pero Max suelta una breve y amarga carcajada. Anna levanta la vista. Tengo que irme —dice ella, y pasa como una flecha al lado de Max, hacia la casa.

Supongo que cree que estoy en reuniones de la Liga de las Muchachas Alemanas. Tiene la cara muy roja. Max le entrega el sombrero, una de las flores se ha aplastado en su tallo de seda. Se baja las gafas y mira a Anna con seriedad. Rassenschunde, lo llaman los nazis. Ella y Max son peones en casillas opuestas en un tablero cuyos bordes se pierden en una oscuridad sin fin manejados por unas enormes manos invisibles.

No ve a Gerhard por ninguna parte, pero lo oye trasteando abajo. Zanahorias y patatas. Media botella de leche. Debes ir de inmediato. Compra carne. Ternera o venado si tienen. No debes reparar en gastos. Anna se apresura a entrar en la casa y encuentra a Gerhard en el aseo del piso de abajo. Deben lavarse de nuevo. Pellizca la mejilla de Anna y se va hacia su despacho. Anna dispone la comida en el escritorio de su padre y se retira hacia la entrada. Gerhard corta la parte de arriba del huevo y se la come con un trozo de pan.

Anna asiente. Gerhard agita una mano: puede retirarse. A salvo en el exterior, en el camino de entrada, vuelve la cabeza y mira hacia la Elternhaus, su casa de la infancia, un lugar de aspecto respetable, con sus firmes cimientos de piedra y sus pisos superiores cubiertos de madera hasta la mitad.

Una vez que la casa queda fuera de la vista al doblar la esquina, Anna se recoloca el sombrero, que se ha aplastado sobre la cabeza de cualquier manera con las prisas, y ralentiza el paso. Eso es a lo que aspiran todas las chicas alemanas, para eso ha sido educada Anna. No le corresponde decidir su futuro.

Parece como si nadie quisiera mirar a Anna a los ojos. Con cautela, tras mirar nuevamente en todas las direcciones, Anna se aproxima al librero. Anna deja caer la bolsa de la compra en el asfalto y comienza a quitarse su abrigo.

El librero la ignora. Anna vuelve la cabeza. Las SS. Yo no veo… —En todas partes. Las SS y la Gestapo. Y no han parado desde entonces. Bueno, tal vez no tiene citas esta tarde.

Anna echa un vistazo a la consulta. Han tirado las plantas de su balda, se ven grandes huellas en la tierra que rodea las macetas destrozadas. Baja la vista apretando los dientes: las gafas de Max.

Una breve, alta y furiosa nota escapa de la garganta de Anna. Recoge las gafas con ambas manos y las desliza dentro de su bolsillo. Se detiene ante los restos de Spaetzle, deseando ser capaz de sentir algo por la muerte del perro de su padre. Incapaz, saca al terrier de la jaula. Y la caja de seguridad del despacho de Gerhard seguro que contiene algo de valor. Deposita el cuerpo del terrier sobre el heno; hace rato que los ojos del animal se han nublado.

Telefonea a sus nuevas e importantes amistades y acuerda reunirse con ellos en un restaurante. A fin de cuentas, le oye Anna explicar al auricular, no quiere que pillen la gripe de su hija. No le viene nada a la cabeza. Desesperada, deja el queso sobre la mesa. Se queda helada, con los dientes medio hundidos en la fruta. El golpe se repite, es casi imperceptible pero insistente.

Lo arrastra hasta la cocina cogido de la manga de la camisa. Anna se da media vuelta para examinarlo. Aparte de eso, parece ileso. Max mira el suelo arrugando la frente, su nuez baja y sube en su garganta. Anna busca en los bolsillos de su falda. Max se le acerca y la toma entre sus brazos. Mandamases todos… Max se frota los ojos. Lo siento mucho, Anna.

Anna hace caso omiso del comentario y sale para dejar que se cambie, pero deja la puerta entornada. Desde el otro lado, le dice: —Entonces te marchaste antes de que las SS comenzaran la Aktion. Se quita los pantalones y los calzoncillos. Cuanto menos sepas, mejor. Anna se pone en pie de un salto. Max suspira. De acuerdo.

Max, la mira con severidad. Escarmentada, Anna asiente. Los meten en ese tal Buchenwald para reeducarlos, lo que quiere decir que los destinan a trabajos forzosos. Creo que con Evipan. O aire. Anna trata de digerir lo que acaba de escuchar.

Es una insensatez inconcebible. Lo he visto. Aparta las manos de las de ella y rebusca en el bolsillo de los pantalones de Gerhard. Anna se levanta y le da un beso en la frente, inhalando por un instante el aroma de su cabello. Es demasiado arriesgado. Una noche, porque no tengo ninguna alternativa viable. Pero, Ana, por favor, no te molestes con la comida. Estoy tan cansado que apenas veo. Se acomoda sobre la almohada. Empieza a quitarse la ropa. Los frota con los dedos de sus pies.

Max aparta las piernas. Max se da media vuelta. Se oye un ruido sordo cuando una parte de Gerhard, un hombro o una rodilla, golpea la pared del pasillo. La puerta se abre. Un haz de luz atraviesa la cama. Gerhard se apoya contra el marco de la puerta. La bocanada de olor medicinal de Schnaps inunda la cama.

Y tal vez una o dos tabletas digestivas. Nunca se limitan a una comida sencilla y abundante. Esta noche era ganso. He tenido que marcharme temprano. Gerhard eructa, liberando los gases de una bebida. Pobre Anchen. Gerhard cierra la puerta y se tambalea mientras avanza por el pasillo. Esto es imposible. Anna se agacha para colocar los labios sobre su oreja. Tengo el lugar perfecto. Cambia el peso de un pie a otro, ya ha llegado a cuatrocientos, y agita la llave en la palma de su mano.

Pero mejor prevenir que curar. A su izquierda hay una pared con un elevado ventanuco que permite el acceso de una polvorienta columna de sol que recae sobre una segunda puerta que queda a su derecha. Golpea la puerta suavemente con los nudillos, tres toques cortos, y abre. Incluso una luz tan indirecta es dolorosa tras horas en la oscuridad. Max acomoda su nido de mantas para hacerle sitio a Anna.

Puedo oler el viento en tu cabello. El descansillo apenas cuenta con las dimensiones necesarias para los dos. Anna se aprieta al lado de Max, sintiendo el hueso que sobresale de su cadera contra la de ella, y se quita el abrigo con cierta dificultad. Max entierra el rostro en el tejido. El agua mana por los canalones como cataratas.

Las oigo por la noche. Pero, por favor, no salgas corriendo a la cocina. La rodea con un brazo. Apenas come nada de lo que ella le lleva. Frau Staudt tiene una tos seca terrible. FrauStaudt recomienda paciencia, estas cosas llevan tiempo, ha dicho.

Y dinero. Max retira el brazo de los hombros de Anna y se estira con una mueca de dolor. Max no contesta. Anna estudia el perfil de Max lo mejor que puede en la penumbra. Anhela juguetear con su cabello, que ha crecido lo suficiente para que se le hagan rizos por encima del cuello de la camisa.

Prefiero dejar que me crezca hasta las rodillas. Anna retrocede indignada. Ya he visto los resultados. Anna le da un palmetazo a Max en el hombro. Hay algo de dolor, pero no demasiado. Todo ha acabado en minutos. Max susurra: «Anna…», y se relaja sobre ella. Se queda quieto lo que parece un rato muy largo. Luego, Max se incorpora apoyado sobre un codo para mirarla. Alargando la mano, le toca los pezones con el pulgar y el anular.

Cerezas en la nieve. Max asiente y se tumba nuevamente, apoyando la cabeza en el pecho de ella. Mira por el hueco de la escalera. Tan oscuras en una piel tan clara. Como chocolate espolvoreado… Anna pone los ojos en blanco. Le oprime la cintura—. Anna lo complace. Sigue una apasionada pelea, pero se interrumpen cuando Max comienza a estornudar. Se encoje en una temblorosa bola, estornudando sin cesar. Finalmente, para y mira parpadeando abatido a Anna, quien ve, incluso bajo la escasa luz, que su cara se ha puesto roja como un caqui.

No hay nada peor que un maldito resfriado de verano. Busca a tientas sus bragas y se retuerce para meterse dentro, un proceso torpe en este reducido espacio.

Mi padre ha planificado otra velada festiva. Max la ayuda a abrocharse una liga. El hace un gesto descartando el comentario. Max niega. No te preocupes. Se apoya contra la pared y se aprieta la frente con los dedos. Tiene las manos heladas a pesar del calor. Con Pilar Cassinello UNED, Pero al final fue un patio. Am- Ramos Santana, Alberto coord. El adjetivo corintio no ciones en Co- mo.

En otros crisis de ? Es cierto drid. Siempre me he encontrado a gusto en talana— se pudo hundir radicalmente. La de la que escribiera Guichot. En Anda- en el Ateneo. Y fui. Foto: Archivo Oronoz.

Un episodio protagonizado fantado. Por su parte, las tropas del duque de mente. Temo mucho se haya entregado Car- frente de su Estado Mayor, contaban con tagena. Como afirmara Luis Mape- da, de sus hombres. Consumada la derrota de las tropas leales La Batalla de Alcolea. Siglo XIX. Alta propiedad del duque del Infantado.

Scarlatti, etc. Cam- verano de Aun- La vida breve, decide ayudarle. El debut pa- breve es obligado. Paco Aguilar y Rafael Alberti, en la visita que hicieron al maestro en Argentina en Pero Gra- llets Rusos, se interesa en el asunto. Pocos sospecha- de Massine, los decorados y el vestuario de jondo. Mayi Ediciones. Granada, Todos concluyeron en pas liberales en la batalla de Trocadero y li- tadas Comisiones Militares y en los Volun- estrepitosos fracasos, aunque berando a Fernando VII.

Su estudio resulta un nunciamiento como el del general sus destinos preferidos Inglaterra y Francia. En mera etapa, de a , fue una fase es- buscando apoyos. La se- las tropas enviadas desde Algeciras y a las Mina y Torrijos. Es precisamente Torrijos que se produjo un relanzamiento de las acti- Santa Catalina, tuvieron que rendirse. Es una causa del pronunciamiento: los liberales pronunciados tienen fe ciega en el apoyo popular a su causa. Si el pronunciamiento y el contagio Mariana Pineda en su juicio.

El original XIX. A la vuelta de la democracia, en fue reconstruido y, Pineda. Cuenta con una sala de exposiciones sobre su vida. En acabase en casa de Mariana. Barcelona, En esencia existen tres pe- dra.

El arquitecto de Alca- raz no pudo ver la obra concluida. En la actualidad, Vandelvira y, por tanto, el inicio de la ter- tercer tramo, el del crucero. Se conecta con efectivamente, la capilla mayor se ubica en cera etapa constructiva.

En este caso, el retablo barroco fue tra- junto a otros maestros, en Vandelvira concibe un amplio espa- mismo y de la verdad de las cosas. Nelson, Brett D. Maltreatment of Children with Disabilities, Childhood Diarrhoea and Malnutrition, primera the-monitor. Lancet, vol. Paper No. Income Countries: Overview of screening, — Watts, Hugh G. Report, no. Esa cifra era correcta cuando se Sheet: Landmines and children — June , Setting? Childhood, vol. Preguntas como parte de las MICS3 fue de S6; Fondo Durkin, Maureen S.

Panorama general Incluye, por primera vez, una tabla sobre desarrollo en la primera infancia. Por tanto, no se aconseja comparar los datos de ediciones consecutivas del Estado Mundial de la Infancia.

Son las estimaciones oficiales de las Naciones Unidas para En general, las cifras mundiales y regionales publicadas en el medir los progresos hacia la meta de los ODM relacionada Estado Mundial de la Infancia de no son comparables a con el agua potable y el saneamiento.

Los datos de MICS 3 se volvieron a calcular utilizando. Infancia de , utilizan estas estimaciones modificadas.

Uruguay 23 10 11 9 20 9 5 3. La cifra de cobertura se registra como seleccionada. Crecimiento Infantil de la OMS. Infantil de la OMS.

Polio3 — Porcentaje de lactantes sobrevivientes que recibieron tres dosis de la vacuna contra la poliomielitis. Hib3 — Porcentaje de lactantes sobrevivientes que recibieron tres dosis de la vacuna contra la Haemophilus influenzae tipo B. Hogares que disponen de por lo menos un mosquetero tratado con insecticida — Porcentaje de hogares con por lo menos un mosquitero tratado con insecticida.

Servicio de la deuda — Banco Mundial. El crecimiento se calcula sobre la base de los datos del PIB a precios constantes, en moneda local. Para — Datos no disponibles. AOD — Asistencia oficial al desarrollo neta. La columna dad materna, que fueron publicadas a finales de Cerrar sugerencias Buscar Buscar. Saltar el carrusel. Carrusel anterior.

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Ferry o Ferri: De ferry o ferryboat, para referirse a un transbordador. Franela: De flannel, una prenda de vestir la camiseta tipo t-shirt. Por ejemplo: Full: Completo, saturado, repleto. Ticket: Boleto.

Selfie: Foto del mismo. De pana: Honestamente, de verdad, sinceramente, realmente. Pela: Paliza, golpiza. Pilas: Inteligente, astuto, atento o perspicaz. Esto se debe principalmente a la novedad que representaba tal producto al momento de llegar a Venezuela y poco a poco se han incorporado al vocabulario del venezolano.

Ejemplo de esto son palabras como: Ace: Detergente en polvo para lavar ropa. Celoten o Celote: Cinta adhesiva. Plagatox: Espiral repelente de insectos voladores mosquitos Prestobarba: Proveniente de Prestobarba de Gillette, para referirse a la maquinilla de afeitar desechable. La usan para tomar. Balsa, pozo o zanja llena de agua, ya artificialmente, ya por filtraciones naturales del terreno. Buenas y malas palabras. Caracas; Sin asa. JEVA: Mujer, novia, resuelve, mi pior es na'.

JIRO: Un tipo de gallo. Meter el hocico: buscar, averiguar. JODA: Broma, burla. Vacile, meterse con alguien. Meterse con alguien de forma continuada, joda de forma seguida.

LECO: Eco. LEPE: Golpe propinado en la cabeza, por lo general palmada con la mano abierta que se da en la frente. Hace referencia a las carreras de caballos en las que dos caballos corren en llave como si fuesen uno solo. LOCHA: Antigua moneda cuyo valor era la mitad de un medio 0, 25 y los que recuerden el "pan de alocha".

Mala suerte. Ustedes se imaginaran que andar construyendo carreteras, con pedacitos de roca, era mucho trabajo Conjunto de personas o cosas. Carne asada de ternero.

MANEA: apea. Utilizado para llevar carga en las bestias de carga. Dicen las malas lenguas que los buenos se mueren de chiquitos. De fuerte y agradable olor. Vender al por menor. Dicho de una cosa: Caer o suceder con frecuencia. Dicho de un gallo: Cantar a la vez que otros al amanecer. Contar y referir algo menudamente o muy por menor. Contar o escribir menudencias o cosas de poca entidad. MONO: Persona marginal cuyo principal medio de transporte es una moto de baja cilindrada y gran maniobrabilidad.

Magnifico o extraordinario. Individuo bajo los efectos de la droga. Aparece referencia en uno de los cuentos con material verdadero. Tiene la forma de un ojo. Popularmente se usa como burla cuando alguien se equivoca o comete una estupidez. PABILO: Hilo de mediana resistencia enrollado en una madeja, se utiliza para volar los papagayos, hacer alpargatas, etc. Atontado, inepto.



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